* Gobierno que no escucha ni dialoga, está condenado a más problemas
El retiro de una pluma de seguridad en la colonia Bosques del Lago ha desnudado, una vez más, el talante autoritario y la desconexión del gobierno de Cuautitlán Izcalli con su ciudadanía. Más que un simple desacuerdo administrativo, lo ocurrido, evidencia una profunda falta de sensibilidad, de empatía, de memoria histórica y, sobre todo, de voluntad política para dialogar con la gente a la que se debe.
La regidora Ely Quintana, vecina de la misma colonia, ha sido una de las pocas voces en el Cabildo que ha alzado la mano para cuestionar lo que es, a todas luces, una decisión impuesta sin consenso alguno. Lo grave no es sólo el retiro de la pluma, instalada por vecinos que han cargado con los costos y las gestiones por más de una década, sino “la narrativa” que se ha construido desde el poder para justificar el acto.
La síndica de Morena, María Barboza, calificó la estrategia vecinal como una “pretensión de una minoría” y celebró el desmantelamiento de una infraestructura que, para muchas familias, representa una línea mínima de defensa ante un contexto inseguro. Tales declaraciones no sólo son desafortunadas, sino profundamente ofensivas, sobre todo por el contexto.
Revelan, además, una preocupante ignorancia del origen del conflicto: en 2012, la colonia Bosques del Lago vivió una ola de más de 30 secuestros en menos de tres meses. Fue entonces cuando la comunidad, unida y desesperada, se organizó para recuperar la paz que las instituciones no pudieron garantizar.
Desde entonces, y pese a carencias financieras y limitados recursos, los vecinos han mantenido el proyecto de accesos controlados como una respuesta a la violencia. Su esfuerzo no surgió de un “capricho clasista”, como algunos quieren hacerlo ver, sino de la ausencia de un Estado eficaz.
En lugar de honrar esa historia de organización vecinal y buscar una solución participativa para fortalecer los mecanismos de seguridad, el gobierno encabezado por Daniel Serrano ha optado por cerrar los oídos. La creación reciente de una dirección de Democracia Participativa parece entonces una burla cuando, en los hechos, no hay mecanismos reales de consulta ni se respeta la voz de la ciudadanía. Se impone la voluntad de unos pocos funcionarios sobre la experiencia y el sentir de miles.
La síndica Barboza habla de libre tránsito y derechos colectivos. ¿Dónde estuvo esa defensa del derecho colectivo cuando los vecinos eran víctimas de secuestros, robos y asesinatos? ¿Por qué ahora se invoca la ley, pero no se invoca la memoria? ¿Qué democracia o gobierno pueden sostenerse sin diálogo, sin empatía y sin respeto por la historia de lucha de sus habitantes?
Decisiones como ésta sólo alimentan un hartazgo social que va en crecimiento contra la nueva administración.
Cuando el gobierno ignora a quienes alzan la voz y les tacha de minoría, en realidad se está debilitando a sí mismo. La seguridad no se decreta desde una oficina; se construye con la comunidad. Y la confianza, una vez perdida, cuesta mucho más que una pluma retirada.
¿Tan difícil es para este gobierno sentarse a dialogar? ¿Tendrá el mismo rigor con las miles de plumas y rejas que hay en calles de Cuautitlán Izcalli? Habrá que verlo.