Tinta Suelta / David Nieblas Meza

* Cuando el poder no escucha: el caso de la Secundaria 21 en Izcalli

En Cuautitlán Izcalli, el gobierno municipal encabezado por Daniel Serrano Palacios está dando una lección… pero no precisamente de civismo ni de democracia participativa. La polémica decisión de quitar un campo deportivo a la Secundaria No. 21 en San Martín Tepetlixpan para construir una vialidad, sin consultar ni dialogar con la comunidad, evidencia lo peor de los gobiernos autoritarios: el desprecio por la voz de la gente.

Y por si esto fuera poco, están las declaraciones del alcalde un día después de la asamblea en el pueblo, donde no sólo desestima la reunión, sino que inventa cosas que nunca sucedieron con el ánimo de desacreditar la voz de la gente. 

El mensaje enviado por un exalumno de dicha secundaria, firme, valiente y cargado de razón, no es un simple arrebato emocional; es el reflejo de una comunidad que se siente ignorada, atropellada y utilizada. “El campo no se toca”, le dice Jubera Rodríguez al alcalde Daniel Serrano. Y con esas palabras resume un sentimiento generalizado: el hartazgo de los ciudadanos frente a un gobierno que, lejos de escuchar, quiere imponer.

La cancha de futbol de la Secundaria 21 no es un terreno baldío. Al decir de los habitantes de San Martín Tepetlixpan, es un espacio de identidad, de pertenencia, de formación para generaciones enteras. ¿Qué lógica puede justificar arrebatarle a una escuela pública su único espacio deportivo? Ninguna que se base en el bienestar común.

Porque si el objetivo fuera realmente el desarrollo urbano, el gobierno empezaría por lo urgente: resolver la crisis de agua, mejorar la infraestructura vial existente, rehabilitar las colonias olvidadas.

Pero no. Se opta por el camino fácil y sospechosamente rentable: una obra impuesta, con licitación ya asignada, sin consenso, sin debate, sin participación social.

“Esa no es la Cuarta Transformación que se prometió. Eso es el regreso a los viejos vicios: la política de escritorio, las decisiones verticales, la arrogancia de quien confunde el poder con propiedad”, y esto, no lo dice la derecha o los neoliberales, lo dicen, simpatizantes de un movimiento que inició con un propósito, y que hoy, por intereses ajenos a la población, se está dejando en el olvido.

Resulta alarmante que, ante una oposición vecinal tan clara, la única respuesta del presidente municipal sea un gesto autoritario. “Donde manda capitán, no gobierna marinero”, declaró en tono burlón. Una frase que no sólo minimiza la inconformidad ciudadana, sino que confirma la lógica con la que se conduce: la del que manda, no la del que representa.

Pero Cuautitlán Izcalli no necesita capitanes, necesita servidores públicos. Gente que sepa dialogar, que entienda que gobernar no es imponer, sino construir acuerdos. Que una cancha escolar no es un obstáculo, sino un símbolo de futuro. Que una comunidad que se organiza y protesta no es una amenaza, sino un llamado a corregir el rumbo.

El alcalde aún está a tiempo de rectificar. De frenar la obra, abrir el diálogo y asumir el liderazgo que requiere este municipio: uno basado en el respeto, la sensatez y la dignidad. Si no lo hace, tendrá que asumir el costo de gobernar contra su gente.

Ojalá que le haya quedado claro el mensaje de los vecinos: la historia de esa cancha, no se borrará con concreto.

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