Tinta Suelta / David Nieblas Meza

Que no quede en la impunidad el crimen de Paco, pide la familia

David Nieblas Meza escribe «Tinta Suelta», su columna semanal en Punto Medio

A poco más de ocho meses del asesinato de Paco Rojas Cano, su familia sigue esperando justicia. O mejor dicho, sigue viviendo la angustia de un sistema judicial que parece moverse en cámara lenta.

La familia ofreció una conferencia de prensa para hablar del abandono de las investigaciones; la imagen de la madre de Paco, quebrada por la tristeza y la impotencia, fue un recordatorio de lo que significa perder a un hijo y no encontrar eco en las instituciones que prometen protegernos. Ver su sufrimiento es también mirar de frente la cruda realidad de miles de familias mexicanas que viven la misma agonía.

Paco Rojas no era un ciudadano cualquiera. Su trayectoria en la vida pública del municipio y del Estado de México lo convirtió en un referente de compromiso y cercanía con la comunidad. Era un personaje conocido, alguien que inspiraba confianza y que, por su labor, debería haber contado con mayor protección y seguimiento de su caso.

Sin embargo, el perfil público de Paco no ha bastado para que la investigación avance. Ocho meses después, la familia sigue esperando que las autoridades rindan cuentas y se haga justicia. Este retraso no sólo hiere a quienes aman a Paco, sino que refleja la decadencia estructural de nuestro sistema judicial: un entramado donde los procesos burocráticos y los papeles parecen pesar más que la verdad y la reparación del daño.

En la conferencia, los familiares denunciaron con voz firme la lentitud de las investigaciones y la falta de respuestas claras. Señalaron que no hay avances significativos, ni responsables detenidos, ni plazos concretos. Cada día que pasa sin justicia se convierte en un castigo adicional.

La impotencia de la madre, de la familia, y de quienes acompañan este caso, no es sólo emocional: es también social. Porque mientras Paco sigue sin justicia, millones de mexicanos enfrentan la misma realidad, con menos visibilidad, menos medios y menos respaldo social.

Lastimosamente el sistema de impartición de justicia en México está enfermo de impunidad. No es un problema aislado ni de casos particulares; es un fallo estructural que afecta a todas las víctimas, sin importar su origen o posición. Desde ministerios públicos saturados hasta la escasa coordinación entre fiscales y policías, pasando por la corrupción y la falta de protección a las víctimas, cada elemento del sistema parece diseñado para retrasar la verdad.

La historia de Paco debería ser un ejemplo de eficacia; sin embargo, se ha convertido en un reflejo de lo que muchos ya han vivido en silencio: la justicia que llega tarde o no llega. Y la familia no busca privilegios, sino que sólo se llegue a la verdad, para lo cual incluso, han aportado esfuerzos para colaborar con las investigaciones.

Cada expediente detenido, cada sospechoso que sigue libre, cada carpeta que acumula polvo en un escritorio, es un recordatorio doloroso de que México necesita un cambio profundo y urgente en su sistema judicial.

Mientras tanto, la madre de Paco y toda su familia continúan esperando. Su dolor, expresado con fuerza y sin máscaras en la conferencia de prensa, es un llamado que no podemos ignorar. Nos recuerda que detrás de cada caso sin resolver hay seres humanos que necesitan reparación, no sólo palabras.

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