* Cuautitlán Izcalli no necesita “regidores zalameros”
En Cuautitlán Izcalli, la realidad sigue tropezando con el discurso. Mientras miles de vecinos padecen baches, obras inconclusas y mal hechas; hundimientos y servicios públicos de mala calidad, algunos funcionarios públicos parecen vivir en una burbuja, más preocupados por “adular al jefe” que por defender a la ciudadanía que los eligió.
Uno de los casos más evidentes y vergonzosos es el del regidor Omar Martínez, quien en sesión de Cabildo del viernes pasado, se aventó a elogiar lo que a todas luces es una obra mal hecha e inconclusa: la reparación de una fuga en la avenida Jilgueros, en la colonia Lago de Guadalupe.
De manera por demás zalamera, calificó como “eficiente” una intervención que lleva semanas para tratar de frenar la filtración de agua, y que dicho sea de paso, ha provocado hundimientos y baches.
Justo el día de la “celebración” por la obra, en el lugar de los hechos, los automovilistas padecían por el “muladar” en que se convirtió la zona, por no haberla terminado como debe de ser. Cómo se ve que el regidor no conoce ni ha visitado la zona; porque los que por ahí transitan, tomaron su halago como una burla, la cual, quedó documentada por el líder social Tonatiuh Hurtado, quien hizo una transmisión en vivo para mostrar el desastre de obra y de las complicaciones para transitar en la vialidad.
Este tipo de posturas no sólo son lamentables, sino que son nocivas; en lugar de servir como contrapeso y canal de respaldo ciudadano, terminan por normalizar la mediocridad y tratar de “blindar” a un gobierno que, lejos de transformar, está reproduciendo los mismos vicios del pasado.
La avenida Jilgueros no es el único ejemplo. Ahí está también la reciente repavimentación de una parte de la avenida Primero de Mayo, una de las primeras obras de esta administración que apenas tiene siete meses en funciones.
A tan sólo unas semanas de haber sido concluida, la carpeta asfáltica ya presenta baches grandes; evidencia clara de la pésima calidad de los trabajos y de la falta de supervisión técnica. ¿Y qué dice el regidor Omar Martínez al respecto? Nada. Silencio absoluto ante la ineficacia de un gobierno que está fallando a la gran expectativa que se tenía.
Y no es la primera vez que el edil cae en este papel de “animador político”. En diversas sesiones de Cabildo ha optado por la adulación fácil, defendiendo un supuesto proyecto de transformación que hasta ahora no se ha traducido en resultados concretos. Sus intervenciones, en lugar de representar un ejercicio de fiscalización, han sido piezas burdas de propaganda, cargadas de elogios vacíos y de una complacencia que raya en lo indigno.
Cuautitlán Izcalli no necesita regidores que vayan al Cabildo a quedar bien con el presidente municipal. Necesita representantes que exijan, cuestionen, señalen lo que está mal, que aporten y se comprometan con las causas reales de la gente. El papel de un edil no es levantar la mano para aplaudir, sino para ayudar y atender al pueblo que lo eligió.
La Cuarta Transformación no puede sostenerse en discursos huecos ni en complicidades, dejando pasar actitudes y acciones de las que tanto se quejaron en el pasado. Si se quiere que algo cambie verdaderamente en Izcalli, lo primero que debe transformarse es la postura de sus representantes: menos lisonjas, más compromiso.
