Tinta Suelta / David Nieblas Meza

* Usar a la gente de “carne de cañón”: la peor vileza de los “políticos”

David Nieblas Meza escribe Tinta Suelta, su columna semanal en Punto Medio

Parece que hay quienes todavía no entienden o fingen no entender, lo que significa vivir en un Estado de Derecho. Y es que en los últimos días hemos visto cómo la política municipal vuelve a mostrar su peor rostro; ese que se esconde detrás de perfiles falsos, de linchamientos digitales, de campañas de odio y de una violencia dirigida, contra los medios de comunicación y periodistas.

No es la primera vez y tristemente tampoco parece que será la última, que desde ciertos rincones del poder se pretenda convertir a la prensa en enemiga pública. En Punto Medio lo sabemos bien. Nos han querido callar con difamaciones, con insultos, con amenazas veladas y con montajes digitales disfrazados de indignación ciudadana. Pero lo que hay detrás es algo mucho más grave: un intento de silenciar a quienes se atreven a decir lo que otros prefieren ocultar.

Y lo más indignante de todo es la manera vil y canalla con que se está utilizando a la gente. A ciudadanos comunes, vecinos, empleados, simpatizantes o incluso jóvenes sin mayor conciencia política, que son empujados a actuar como “carne de cañón” en campañas sucias, digitales o incluso presenciales. Algunos han sido instruidos burdamente para abuchear, otros para provocar, y unos cuantos más para agredir. Lo hacen sin saber que están participando en algo que puede constituir un delito y a la larga, se pueden arrepentir de lo que los están orillando a hacer.

Porque sí: difamar, hostigar o violentar a periodistas no es libertad de expresión, es delito. El Código Penal del Estado de México y la Ley Olimpia, esa que protege a las víctimas de violencia digital, establecen claramente las sanciones para quienes difundan, fabriquen o compartan contenido con la intención de dañar la reputación o la integridad de una persona. Y peor aún si se trata de una periodista, porque entra en juego el agravante de violencia de género.

A eso hay que sumarle que las redes sociales ya no son tierra sin ley. Hoy existe una Policía Cibernética con la capacidad técnica de rastrear cada publicación, cada cuenta y cada dirección IP. La huella digital es imborrable, y tarde o temprano, quienes participan en estos ataques acabarán enfrentando las consecuencias legales de sus actos.

Pero hay algo todavía más peligroso que el odio en línea: el odio en la calle. Cuando los mensajes digitales se trasladan al terreno físico, cuando se pretende enviar “grupos de choque” a provocar o intimidar a periodistas, entonces estamos cruzando una frontera que ningún régimen democrático debería permitir. El que agrede a un periodista no agrede a una persona: agrede al derecho de toda la sociedad a estar informada.

Por eso, este texto no es sólo una denuncia, sino también una advertencia. A quienes están siendo manipulados para participar en estas acciones, piénsenlo dos veces. No se conviertan en instrumentos del odio ni en cómplices de la censura. Porque los políticos pasan, los intereses cambian, pero los delitos se quedan.

En Punto Medio seguiremos haciendo lo que sabemos: informar con rigor, analizar con sentido crítico y ejercer la libertad de prensa con responsabilidad y valentía. No nos mueve el miedo ni la revancha, sino  la convicción de que sin periodismo libre no hay democracia, y que la verdad, por más que la hostiguen, siempre termina por abrirse paso.

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