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* “Los asuntos públicos, deben ser cada vez más públicos”, decía

El inicio de la administración de Daniel Serrano Palacios en Cuautitlán Izcalli, se marcó con una contradicción entre el discurso y la práctica en materia de transparencia. Durante su campaña, este personaje se erigió como “un defensor de la apertura informativa”, incluso, promoviendo la idea de que “los asuntos públicos, tenían que ser cada vez más públicos”. Sin embargo, ahora que asumió el poder, parece que las cosas han cambiado.

En su primera conferencia de prensa como alcalde, reveló “una estrategia” que apunta hacia un control de la información que recuerda épocas menos democráticas.

Si bien la intención de ofrecer información organizada puede parecer plausible a primera vista, la realidad es que esta medida restringe la posibilidad de un escrutinio periodístico más profundo. Sobre todo, luego del primer ejercicio de “conferencia semanal” que no resultó rica en temas ni en la profundización de los mismos. 

El periodismo, en su función de contrapeso al poder, requiere de la posibilidad de indagar, preguntar y obtener respuestas directas de los responsables de cada área. La centralización, en cambio, homogeniza la información, dificultando la investigación y el seguimiento de temas específicos.

Una muestra de lo que hablamos, fue la evasiva del alcalde sobre el robo ocurrido en las instalaciones de Operagua durante su primera semana de gestión. Argumentando que el caso está en manos de la Fiscalía, Serrano Palacios se negó rotundamente a ofrecer detalles. Esta negativa, lejos de abonar a la transparencia, alimenta la especulación y la desconfianza. ¿Qué se esconde detrás de este silencio? ¿Acaso su gobierno busca minimizar el incidente porque no quiere admitir ineficiencia e incapacidad en la tarea de resguardar el dinero de los izcallenses?. 

Es comprensible que se quiera proteger la integridad de una investigación en curso. Sin embargo, la ciudadanía tiene derecho a conocer la información básica sobre un hecho que afecta a un organismo tan importante como Operagua. Negar la información bajo este argumento, resulta un pretexto débil y poco convincente. La transparencia no es incompatible con el debido proceso.

¿Cuánto dinero se robaron?, por lo menos se le pidió el dato al alcalde, pero se negó a decirlo.

No sólo se niega a hablar del robo, sino que además se limita el espacio para preguntas en la conferencia y se evita que los directores presentes respondan a los cuestionamientos de la prensa. Este conjunto de acciones configura un claro “cerco informativo”, una estrategia que busca controlar el flujo de información y evitar el escrutinio público.

La experiencia nos ha enseñado que la opacidad es el caldo de cultivo perfecto para la corrupción y el abuso de poder. Cuando la información se oculta, se impide el control ciudadano y se abren las puertas a la impunidad. La transparencia, por el contrario, fortalece la democracia y genera confianza en las instituciones.

Ojalá el alcalde reconsidere su estrategia de comunicación. La ciudadanía de Cuautitlán Izcalli merece un gobierno transparente que rinda cuentas y que no evada las preguntas incómodas; y esa, fue una promesa de campaña. El robo en Operagua no puede quedar en la sombra.

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