* Inseguridad en Izcalli, que necesidad hay de mentir
David Nieblas Meza escribe “Tinta Suelta”, su columna semanal en Punto Medio
La crisis de inseguridad en Cuautitlán Izcalli parece ser que no sólo se profundiza, sino que ahora también se disfraza. El gobierno encabezado por Daniel Serrano Palacios, que apenas suma cuatro meses en el poder, ha optado por una “vieja receta política”: negar la realidad, maquillar las cifras y apostar por la propaganda para encubrir la ineficacia.
A eso ha sumado una narrativa personalista que lo pinta como víctima de ataques y como un líder incomprendido, cuando en realidad, lo que sobran son datos que desmienten sus versiones, o lo que más parecen, sus “montajes”.
Durante una reciente conferencia de prensa, el alcalde presentó un balance de seguridad que, en teoría, hablaba de avances. Sin embargo, los datos oficiales desmoronan su discurso. Mientras presumía una disminución delictiva global del 3.4%, las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública en los delitos de alto impacto, evidencian lo contrario: aumentó el robo a transportistas (82.9%), el robo a negocios (27.6%) y homicidios dolosos (22.7%), por citar algunos.
En lugar de asumir esta realidad con autocrítica y compromiso, el edil eligió victimizarse: “no se sostiene ninguna narrativa de desbordamiento de violencia”, dijo, acusando implícitamente a medios y vecinos, de exagerar la problemática.
Su mensaje no sólo minimiza la percepción ciudadana, sino que confirma una “tendencia narcisista” que ya es marca registrada en su gestión: presentarse como el único poseedor de “la verdad” y acusar a sus críticos de desinformadores o adversarios políticos; qué cosa tan ridícula y patética.
Pero el problema no se limita a los números; radica en la actitud. En un ejercicio de desinformación, el presidente municipal excluyó deliberadamente los indicadores más graves y optó por exponer cifras que resultaban favorables. Peor aún, en al menos tres casos, mintió. Dijo, por ejemplo, que el robo en transporte público había disminuido 1.2%, cuando en realidad aumentó 24.4%. Y así, entre medias verdades y gráficos manipulados, la narrativa oficial pretende construir una fantasía de control que no existe.
A esta simulación informativa se suma una estrategia de seguridad reciclada, costosa y opaca. “Blindaje Cuautitlán Izcalli” (nombre grandilocuente que parece más un eslogan de campaña que un plan serio), contempla una inversión superior a 70 millones de pesos en equipo rentado: patrullas, drones, alarmas vecinales y una aplicación móvil. Pero ni la inversión es nueva, ni la estrategia es original.
Las alarmas vecinales fueron implementadas por lo menos desde la administración de David Ulises Guzmán. Las cámaras en patrullas y los drones ya fueron probados, sin mayor éxito, en gobiernos anteriores. Y la aplicación móvil de seguridad es la misma que, con el mismo proveedor, se aplicó en municipios afines al grupo político de Serrano, con resultados cuestionables y señalamientos de ser un negocio disfrazado de política pública.
Cuautitlán Izcalli no necesita discursos triunfalistas ni gráficos adulterados. Necesita un gobierno honesto, con diagnósticos certeros, estrategias eficientes y, sobre todo, voluntad política para enfrentar la inseguridad sin engaños ni simulaciones. Lo contrario es perpetuar el problema, disfrazado de marketing institucional y egolatría política.