* Hágase la austeridad, en los bueyes de mi compadre… ¿y los salarios?
David Nieblas Meza escribe Tinta Suelta, su columna semanal en Punto Medio
El alcalde de Cuautitlán Izcalli, Luis Daniel Serrano Palacios, ha logrado en pocos días lo que parecía imposible: superar a sus antecesores no sólo en opacidad, sino en cinismo político.
La revelación de su sueldo millonario (primero fijado en más de 2.4 millones de pesos anuales y luego “corregido” tras el escándalo público) es la prueba más reciente de cómo el discurso de la “austeridad republicana” se ha convertido en una simple herramienta propagandística, muy alejada de la realidad administrativa que encabeza.
Desde que asumió el cargo, Serrano Palacios se presentó como un abanderado de la transparencia y la honestidad, “un hombre del pueblo” que venía a erradicar los excesos de los gobiernos del PRIAN. Sin embargo, los hechos han dibujado un perfil completamente opuesto: un hombre que miente deliberadamente, manipula cifras y aprueba presupuestos a espaldas de los propios ediles que, se lo reclamaron en el Cabildo.
La ciudadanía se quedó esperando el “Presupuesto Participativo”; si ni algunos regidores tuvieron acceso a las cifras para opinar y contribuir, “cuantimás” se les iba a dar o consultar a los izcallenses.
El sábado pasado, el Cabildo aprobó un Presupuesto 2025 que contemplaba un sueldo anual para el presidente municipal de 2 millones 439 mil 113 pesos. De ese tamaño era el “sueldazo” de quien, semanas antes, había asegurado que revisaría y reduciría las percepciones de los funcionarios. Pero el golpe mediático fue tal, que apenas un día después de la publicación del caso, el Ayuntamiento convocó a una sesión extraordinaria para hacer una “modificación”, reduciendo las percepciones a 1 millón 294 mil pesos anuales. Aun así, ese monto sigue siendo considerablemente alto y muy lejos de la “austeridad” que presume en sus discursos.
El intento de corrección evidencia dos cosas: primero, que la administración municipal opera bajo un absoluto desorden financiero, donde se aprueban presupuestos, a juzgar por lo sucedido y dicho por los ediles, sin una revisión seria y técnica. Y segundo, que la transparencia es un concepto ajeno al estilo de gobernar de Serrano Palacios. Sólo la presión mediática obligó al gobierno municipal a “reconocer” el “error”. ¿Qué habría pasado si nadie lo exhibe?.
La opacidad, además, quedó evidenciada al no publicarse en tiempo y forma la gaceta municipal con los detalles de los tabuladores, lo cual no es un detalle menor; y una vez publicada, al menos en las versiones digitales, sigue sin ser claro ante su pésima calidad. Sin acceso a esa información, los ciudadanos quedan a merced de las versiones oficiales, que cada día parecen más “una serie de ficciones”, elaboradas para encubrir excesos, incapacidades e incongruencias.
¿Qué le queda entonces a los izcallenses? Un gobierno que camina entre el discurso falso de la austeridad y la práctica real de la opacidad. Un alcalde que se indigna de los abusos de sus antecesores, pero que no duda en replicarlos apenas tiene oportunidad. Ahí está, mismo sueldo y hasta mismos proveedores de los “prianistas”.
Tanto que se queja de los panistas, y hoy en día, quien maneja la Hacienda, no sólo del gobierno municipal, sino de Operagua, son panistas y de sangre azul, y para variar, con fuertes ligas en Atizapán y Ecatepec.