Punto Medio

* Hace falta más que discursos, en el tema de la inseguridad

Por estos días, mientras la administración de Cuautitlán Izcalli afinaba los últimos detalles para el Primer Informe de Gobierno de Daniel Serrano Palacios, la realidad se empeña, terca y dolorosa, en recordarnos que la seguridad pública no se mide en láminas de presentación ni en mensajes optimistas, sino en la vida de las personas que habitan esta ciudad. Y en esa realidad, dos hechos recientes han calado hondo en la memoria y en el ánimo de los izcallenses.

El primero es la desaparición de Jeshua Cisneros Lechuga, un joven izcallense visto por última vez el 13 de noviembre, en circunstancias todavía poco claras. Desde esa fecha, su familia ha caminado entre la incertidumbre y la desesperación, exigiendo respuestas que simplemente no llegan. El caso se volvió viral, recorrió redes y noticiarios nacionales, movilizó a vecinos e incluso llevó a una primera manifestación pública el viernes pasado. Aunque la autoridad ha dicho estar trabajando en el tema, la ausencia de información certera y la lentitud con la que parece avanzar la búsqueda sólo profundizan la angustia y abren una herida que no debería normalizarse en ningún municipio del país.

El segundo hecho ocurrió hace apenas unos días en Arkana, donde tres personas fueron agredidas con armas de fuego en plena plaza pública. No hace falta exagerar ni etiquetar, basta narrar lo ocurrido.

A plena luz del día, en una zona concurrida, un ataque así sacude inevitablemente a cualquiera que vive, trabaja o transita en Izcalli. No sólo porque remite a un clima de riesgo, sino porque evidencia que aún hay focos rojos que no se están atendiendo con la prontitud y la contundencia que se requieren.

Estos dos episodios, como muchos otros que rara vez llegan a los reflectores, contrastan con el discurso que desde el gobierno municipal intenta posicionarse: que la seguridad va por buen camino, que los índices delictivos de alto impacto van a la baja, que hay resultados palpables.

Pero cuando una sola familia izcallense sufre, cuando una sola persona desaparece sin respuesta, cuando un solo ataque armado irrumpe en la cotidianidad, vale la pena ser más prudentes con las palabras y más responsables con los supuestos logros.

Este viernes, el presidente municipal rendirá su informe. Aún no conocemos las cifras ni los argumentos que se presentarán, por lo que no es posible analizarlos antes de tiempo. Pero sí se puede anticipar algo: la realidad que viven las familias de Izcalli exige más sensibilidad, más honestidad y, sobre todo, más hechos. Menos triunfalismo y más compromiso con quienes, día con día, padecen las consecuencias de una inseguridad que no cede.

Porque mientras Jeshua sigue sin aparecer, mientras tres personas padecen por un ataque que no debió ocurrir, mientras cientos de familias viven con el temor a que les toque a ellas, cualquier mensaje que pretenda pintar un panorama distinto se vuelve ofensivo, incluso cruel.

Ojalá el informe no sea sólo un ritual administrativo ni un acto de autocelebración. Ojalá sea una oportunidad para reconocer lo que falta, asumir la deuda con las víctimas y empezar a hablar con la verdad. Porque en Izcalli, hoy más que nunca, hacen falta menos discursos y más acciones que devuelvan un poco de paz, certeza y esperanza.

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