No convence ni a los suyos.
David Nieblas Meza escribe Tinta Suelta, su columna semanal en Punto Medio.
Cuando Daniel Serrano Palacios pretendió la alcaldía de Cuautitlán Izcalli, lo hizo envuelto en un discurso casi mesiánico. Se presentó como el salvador del municipio, como la panacea que vendría a resolver todos los problemas. Ocho meses después, la realidad ha dejado al descubierto lo contrario: su gobierno ha mostrado incapacidad, improvisación; es confrontativo y cada vez más alejado de la ciudadanía.
Las promesas de campaña se desmoronan frente a las calles llenas de baches, los parques abandonados, los servicios colapsados y una inseguridad que sigue elevada.
Pero el verdadero problema no está únicamente en la falta de resultados, sino en la forma peculiar y profundamente narcisista de gobernar. En vez de dialogar, prefiere pelearse con los vecinos. En vez de escuchar, se dedica a criticar y juzgar a la ciudadanía de manera directa y a través de terceros. En vez de construir unidad, divide, descalifica y usa el desdén como política pública.
Su estrategia parece clara: confrontar para justificar la ineficacia; victimizarse para encubrir la incapacidad. Es el manual de los políticos soberbios, de aquellos que creen que alimentar su ego en redes sociales es más importante que atender las necesidades reales de la gente.
Pero aquí lo verdaderamente relevante es que la crítica ya no proviene únicamente de la oposición o de los ciudadanos inconformes. Viene desde dentro de su propio partido. Jorge García, dos veces diputado local por Izcalli, militante fundador de Morena y luchador social con décadas de trayectoria, ha sido contundente: este gobierno es “un desastre”. Y lo dice con la calidad moral de quien no busca un cargo ni protagonismo, sino que ha dedicado su vida a servir a la comunidad desde una formación humanista y jesuita.
Jorge García recordó que la candidatura de Daniel Serrano fue producto de la imposición y la simulación: un proceso pactado desde antes, con encuestas fantasmas y sin piso parejo. Hoy, dijo, se está pagando por ello.
Esa mala decisión pesa sobre Morena en Izcalli. Porque lo que Daniel Serrano ha hecho no es gobernar: es simular, dividir, manipular y, en el camino, desgastar la credibilidad de un movimiento que nació para desterrar esas mismas prácticas, subrayó el exdiputado.
Y el riesgo no es menor. Como bien lo advirtió don Jorge, Morena puede pagar caro en 2027 lo que hoy se está sembrando en Izcalli. Porque la ola nacional que favoreció en 2024 no podrá tapar la realidad local: un municipio decepcionado, frustrado y molesto con un alcalde que prometió esperanza y ha entregado frustración. Un alcalde que ofreció unidad y ha sembrado división. Un alcalde que prometió transformación y ha dado simulación.
Todo parece indicar que la soberbia de Daniel Serrano no sólo daña a la ciudadanía, también erosiona a su propio partido. Morena no nació para reproducir viejas prácticas, decían, nació para ser diferente. Y lo que hoy ocurre en Izcalli es exactamente lo contrario, admiten morenistas.
El mensaje es más que claro: Izcalli no necesita un falso redentor ni un alcalde que se crea dueño del municipio. Necesita gobernantes con humildad, capacidad y verdadero compromiso social. Si Daniel Serrano no lo entiende, la gente se lo recordará en las calles y, llegado el momento, en las urnas. Por lo pronto, hoy, no convence ni a los suyos.