Tinta Suelta / David Nieblas Meza

Daniel Serrano: “el abogado falso” de la UNAM; ¡qué patético!

En política, la mentira no siempre es un tropiezo: a menudo, es estrategia. Y cuando se quiere convertir en método, el peligro es mucho mayor. Tal es el caso de Daniel Serrano Palacios, quien actualmente fue “contratado” por los izcallenses para ser alcalde de Cuautitlán Izcalli, cuya trayectoria está cada vez más marcada no por logros, sino por una cadena de mentiras conscientes, deliberadas y repetidas.

Por años, Daniel Serrano se presentaba como “abogado graduado por la UNAM”, usó esa credencial en su discurso y construyó su imagen sobre esa supuesta formación. Hasta este miércoles, que una publicación en redes sociales lo exhibía; y entonces, decidió “borrar” de su página oficial el título de abogado y lo cambió por “graduado en periodismo”.

La realidad lo alcanzó: en 2025 obtuvo finalmente su cédula profesional, pero no por la UNAM, sino por una institución educativa completamente distinta. Es decir, mintió deliberadamente. Mintió durante años, de forma calculada, esperando que la repetición hiciera el engaño aceptable.

Este no es un caso aislado. En el ejercicio de su gobierno, han quedado al descubierto otras mentiras, verdades a medias, omisiones intencionales y distorsiones convenientes de los hechos. Serrano ha intentado convertir la palabra en herramienta de manipulación. Y cuando un servidor público adopta la mentira como táctica, lo que está en juego no es sólo su credibilidad, sino la confianza en las instituciones.

La psicología ha estudiado este fenómeno. El doctor Robert Feldman, experto en conducta humana, ha señalado que los mentirosos recurrentes desarrollan una tolerancia emocional al engaño. Su cerebro, literalmente, se acostumbra a mentir. Estudios neurológicos revelan que la estructura cerebral de la amígdala, disminuye su actividad con cada mentira repetida. En otras palabras, el mentiroso habitual deja de sentir remordimiento.

Ese es el perfil que describe, cada vez con mayor nitidez, a Daniel Serrano. Un político que ha hecho de la posverdad su refugio, y que cree que mientras conserve el micrófono, la realidad puede moldearse a voluntad.

Pero la mentira tiene consecuencias. Cuando un gobernante falsea su propia formación profesional, pone en duda todo lo demás: desde sus decisiones administrativas hasta sus verdaderas intenciones en el poder.

Porque quien miente sobre lo que es, no tiene reparo en mentir sobre lo que hace. Y quien miente con descaro, no merece confianza.

Los izcallenses no necesitan embusteros del discurso. Necesitan honestidad; que la palabra de su alcalde signifique algo. Pero hoy, con cada mentira comprobada, Daniel Serrano profundiza la grieta entre el gobierno y la gente.

Y esa herida no la cierra un comunicado, ni una cédula profesional tardía. La cierra la verdad, dicha a tiempo; porque cuando ésta falta, la exigencia ciudadana de rendición de cuentas, crece y se manifiesta más en las calles.

Cuando salió a la luz pública en Izcalli, Daniel Serrano se decía periodista de profesión, luego abogado por la UNAM, pero en la práctica, nunca concluyó su titulación. A sus más de 40 años, obtuvo una licenciatura en “Administración de Recursos Humanos”, en el “Colegio Profesional de Graduados” en 2023; y en este 2025, acaba de obtener su cédula de abogado, por la “Universidad Intercontinental”.

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